martes, 4 de agosto de 2009

La Sabiduría de Sócrates y su relación con los principios de la Francmasonería

“Cada vez que enseñes, enseña también a dudar de aquello que enseñas.”
José Ortega y Gasset

Introducción

Me resulta bastante conveniente para comenzar este trazado, ubicar en una línea de tiempo los hitos que motivan el presente trabajo. Tomemos como punto de partida el año 957 A.C., fecha esta última en la que según la tradición bíblica se termina la construcción del Templo de Salomón. Cuatro siglos más tarde vive Pitágoras allá por el 560 A.C., un siglo después encontramos a Sócrates quien vivió en Atenas (Grecia) entre los años 470 y 399 A.C. Diez siglos después de la muerte de Sócrates cae Roma y 300 años después se funda en 1717 la Gran logia de Londres.

El solo hecho de pensar en el abismo de tiempo que separa a Sócrates de la Masonería, 1.700 años, es de suyo sorprendente y más aun si se realizan esfuerzos para determinar la relación que pudiera existir entre ambos, dicha relación se hace aun más compleja cuando nos referimos a la sabiduría de Sócrates, que Sabiduría? Podría legítimamente preguntarse uno, considerando que este mismo personaje afirmaba de si mismo, “Solo sé que nada sé”

Del Universo al Hombre

La historia del pensamiento, por no decir la historia de la Filosofía ha sido de alguna manera estructurada u ordenada en distintos períodos de acuerdo a las preocupaciones fundamentales de cada etapa y no siempre de acuerdo a un orden cronológico.

De esta manera los primeros pensadores, maravillados con el universo en el que se encontraban dieron su nombre al primer periodo de la filosofía, denominado cosmológico, cuyos mayores representantes son Tales de Mileto, Heráclito, Parménides y el mismo Pitágoras, entre otros. Incluso se les denomina Pre Socráticos. Insisto, el antes y el después no está dado por el transcurso del tiempo, sino que por la preocupación fundamental de cada período. A partir de entonces surge otro ámbito de interés cual es la preocupación por el hombre. Al decir de Humberto Giannini, el periodo antropológico que es justamente donde nos encontramos con Sócrates.

Por estos años, Atenas era el centro cultural del mundo griego y ya con bastantes pensadores preocupados por el universo o la ciencia, la filosofía tomó otro rumbo, y el interés se trasladó del universo, la naturaleza o la ciencia al hombre y a la sociedad.

Comenzaba a nacer la vida democrática y por lo tanto tomaba mayor importancia la educación que conducía a dominar el arte de la retórica. Así es como comenzaron a llegar a Atenas gran cantidad de profesores y maestros, autodenominados sabios, claro que en griego se les llamaba Sofistas, quienes vivían de enseñar a los ciudadanos. Estos sofistas rechazaron lo que encontraban especulaciones filosóficas inútiles, ya que opinaban que si bien podrían existir las respuestas a todos los misterios del universo, los hombres no serían capaces jamás de llegar a todas ellas, actitud que en filosofía se denomina escepticismo y derivaron por tanto su interés en el hombre.

De esta manera generaron un debate acerca de que estaba creado por la naturaleza y que creado por la sociedad, señalando que no había normas absolutas acerca de lo que es o no es correcto. El sofista Protágoras afirmaba en este contexto, “El hombre es la medida de todas las cosas”.

Sócrates por su parte intentó mostrar que si existen normas absolutas y universales cuya base se encuentra en la razón del hombre. Con su fuerte fe en la razón del ser humano, Sócrates resulta ser un típico racionalista.

Acerca de Sócrates

Con cierta seguridad puede afirmarse que de la historia de la Filosofía, Sócrates debe ser el personaje más enigmático de todos, es, que duda cabe uno de los filósofos de mayor trascendencia en la historia y de mayor influencia sobre el pensamiento occidental y sin embargo no escribió nada, nada en absoluto. Sabemos que su vida transcurrió conversando con la gente en las calles y plazas de Atenas. Ya en vida fue considerado un personaje enigmático y al momento de su trágica muerte, considerado como el fundador de diferentes corrientes de pensamiento, precisamente por lo enigmático de su figura es que pudo ser utilizado en provecho de corrientes de pensamiento muy diferentes. Lo que sabemos de Sócrates, o a lo mejor, lo que creemos saber de él proviene de Platón quien fue su alumno y a su vez otro de los grandes de la filosofía. Platón escribió muchos diálogos en los que utilizaba a Sócrates como su portavoz.

La esencia de la actividad de Sócrates, su objetivo más caro no fue jamás enseñar a la gente. Más bien daba la impresión que aprendía de las personas con las que conversaba. Se dice que la madre de Sócrates era partera por lo que el pensador comparaba su actividad con el arte de parir que practicaba su propia madre. No es la partera la que pare al niño, simplemente asiste durante el parto. De esta manera entonces Sócrates ayudaba a parir la debida comprensión, ya que pensaba que el verdadero conocimiento debe provenir de uno mismo y no puede en consecuencia ser impuesto por otros.

Con un convencimiento como este, rechazando las imposiciones de los autodenominados maestros o sofistas, no es raro pensar que su vida corriera peligro. Agreguemos que en griego ayudar a parir se dice Mayeuo, de ahí entonces la llamada Mayéutica de Sócrates.

El moscardón de Atenas

Jamás en la historia de Atenas, los ciudadanos se habían encontrado con un hombre que saliera día tras día a crearles problemas, nuevamente en palabras de Humberto Giannini, allí donde todos parecían concordes y satisfechos. Aunque yo diría, allí donde todos parecían satisfechos y contentos. Debemos reconocer que la actividad del pensador debe haber resultado odiosa, el ejercicio de un pensamiento crítico, provocativo, que pretendía llegar a los últimos fundamentos de cada convicción. Con Sócrates, la filosofía se estaba volviendo para algunos una verdadera provocación pública.

Tanto aquellos hombres que creen saber algo y creen saberlo bien, como todos esos otros conformes con vivir tal como viven, los unos y los otros, todos se sienten afectados por este hombre que levanta juicio intelectual contra el pretendido saber de unos y contra la inconciencia de los otros. De ahí que este hombre particular se apodara a si mismo el moscardón de Atenas. Solía decir que “Atenas, es como un caballo apático y yo soy un moscardón que intenta despertarlo”. Que debe hacerse entonces con un moscardón? Dejaré la respuesta para las conclusiones.

Era Sócrates un hombre sabio? A nosotros nos resulta fácil pensar que sí, claro que con la perspectiva que nos ofrecen 2.500 años transcurridos desde su muerte, pero al decir de sus contemporáneos, rodeado de estos maestros dueños de la verdad, expertos en la retórica, sofistas que no veían más allá de la punta de sus narices, Sócrates representaba justamente lo contrario al modelo de un hombre sabio y prudente. Preguntando, cuestionando, criticando y discutiendo de todo pero sin entregar un saber definido o concreto a nadie. Más parece ser un merecedor de represión y látigos, como termina diciendo uno de sus interlocutores sofistas en los diálogos que nos relata Platón.

La entretención de Sócrates

Su juego no era otro que el de preguntar a los hombres más representativos de la ciudad acerca de lo que éstos estiman como la verdad más sólida y bien ganada por ellos mismos, quienes ante la arremetida del gran Sócrates terminan por reconocer, no sin avergonzarse, que el conocimiento que ostentaban no era sino error, prejuicios, o meras impresiones débiles y contradictorias.

A todo este proceso destructivo, purificador de errores, de prejuicios, de lugares comunes, Sócrates lo llama ironía. Al término del cual se logra el reconocimiento de no saber lo que se creía saber. Ahora y solo ahora entonces es posible iniciar la segunda parte del método Socrático, la Mayéutica.

A partir de este reconocimiento de la ignorancia, el dialogo que conduce Sócrates va a dirigirse positivamente al alumbramiento de la verdad, a parir del conocimiento que radica al interior de cada uno. Claramente no va a ser Sócrates quien imponga este conocimiento, esto sería cambiar un prejuicio antiguo por uno nuevo, una religión por otra. Las cosas surgen de otra manera, surgen de nosotros mismos. Así, interrogando a un esclavo analfabeto, Sócrates le hace demostrar el teorema de Pitágoras.

La pregunta recurrente a la que vuelve Sócrates cada vez que su interlocutor se desvía en sus diálogos es ¿que es esto de lo que hablamos?, el sentido de aquella pregunta es bastante simple. Cuando preguntamos pongamos por caso, que es la fraternidad? nos referimos a “algo” que hace que a un sin número de actos los cataloguemos como fraternos, ahora bien, sabiendo que es la fraternidad, podremos reconocerla e identificarla, diferenciándola de cualquier otro tipo de acto. En resumen, llegando a la definición de las cosas, habrá un criterio común, fundado no en el parecer de unos o en la imposición de otros, sino en la realidad de las cosas. Ósea el concepto de las cosas. Es el concepto su más grande contribución a la filosofía. Y como descubre Sócrates el concepto? Bueno, de la misma manera en que los geometras realizan su trabajo. Y que hacen los geómetras? Reducen todas las formas posibles a formas más sencillas y menos numerosas, reconocibles por todos, las reduce a figuras, como rectángulos, cuadrados y triángulos con la finalidad de explicarlas, definirlas, decir lo que son. Sócrates hace lo propio con las virtudes morales, que son, en que consisten, o sea da razón de ellas, y al acto de dar razón de algo los griegos lo denominan “Logos”.

Reparemos que los trabajos de primer grado se realizan con el libro abierto en el evangelio de San Juan 1:1 “En el principio era el verbo…”. Es conveniente saber que los evangelios fueron escritos originalmente en griego y la palabra usada para el término verbo fue justamente el término griego “Logos”.

La idea Socrática de que la verdad radica en el interior de cada uno de nosotros nos lleva a otro aspecto íntimamente ligado con nuestro quehacer masónico, “Conócete a ti mismo”.

Así como al mirar a los ojos de alguien vemos reflejada nuestra imagen como en un espejo, hemos de mirarnos a nosotros mismos, encontrando entonces el bien, no el bien individual, sino el bien universal. No pudiera hablarse de un bien individual que perjudique al bien común, ya que este bien individual no seria sino un mal, y en este contexto quién hace un mal no sabe lo que hace. La causa del mal no es por tanto otra cosa que la ignorancia, esa misma ignorancia que teme enfrentar el que cree, el seguro de sus convicciones, la ignorancia del fanático que teme verse a si mismo y elude irritado cualquier cuestionamiento que ponga en riesgo sus precarias convicciones.

En las propias palabras de Sócrates, “una vida sin examen no merece ser vivida”.

De Sócrates y Francmasonería

“…En la búsqueda de la verdad y en el logro de la justicia, es deber de los francmasones mantenerse en un lugar de avanzada en el proceso evolutivo e integrador del hombre y de la sociedad.

Los francmasones respetan la opinión ajena y defienden la libertad de expresión. Anhelan unir a todos los hombres en la práctica de una moral universal que promueva paz y entendimiento y elimine los prejuicios de toda índole.”
De los principios de la francmasonería, parte final.

Es común que las dedicatorias se dispongan al comienzo de cada texto, yo en particular he optado por hacerlo ya cerca de mis palabras finales y de esta dedicatoria podrá advertirse la relación que pudiera existir entre la sabiduría de Sócrates y la Masonería. Pues bien, dedico este breve texto a los aprendices, y a esos compañeros y maestros que cultivan al aprendiz que vive dentro de ellos, a todos ellos buscadores permanentes de la verdad que habita en su interior y que persisten en su búsqueda sin pretender jamás que la han encontrado.

A todo hombre inquieto, de pensamiento crítico, lleno de preguntas y desprovisto de temores que le hagan inhibirse ante su sincero afán de consecuencia. A la valentía del aprendiz que cuestiona y se cuestiona, a aquellos que continuamente se miran al espejo y actúan en consecuencia ejerciendo su más preciada posesión, cual es su razón, entregándose a ella a fin de conocerse a si mismos en comunión con el racionalismo socrático.

Para aquellos que utilizan el templo masónico, al decir de Sócrates como una sala de parto, dando a luz numerosas y admirables verdades descubiertas por si mismos y en ellos mismos sin verse aprisionados por los convencionalismos. La mayéutica.

A todos aquellos que ven en el diálogo una herramienta para la búsqueda de la verdad y por tanto no callan ni hacen callar, así como también escuchan y se hacen escuchar.

Para aquellos que no tienen doctrina y por tanto en vez de adoctrinar ayudan a los demás y buscan junto a aquellos.

Para finalizar y si todavía se recuerdan, queda un cabo suelto y que constituye mi conclusión.


Y que ocurrió con el moscardón de Atenas?

Pues bien, para vergüenza de la historia del pensamiento, fue condenado a muerte en un proceso llevado adelante por los sofistas, quienes ensalzados por el poeta Meleto, perpetrador de la acusación a Sócrates condenaron al Filósofo a beber la cicuta. En la Atenas de entonces cualquier ciudadano podía levantar una acusación con total prescindencia de la figura de un fiscal. Se le acusó de impío y de corromper a los jóvenes, quienes comenzaban a desafiar a los poderosos. Un hecho paradójico es que el propio pensador rechazó salir impune de su proceso, comportándose altanero y burlándose de sus acusadores.

Claro está que una vez muerto Sócrates, el pueblo de Atenas se consumió en el arrepentimiento y asesinó a Meleto a pedradas.

A fuerza de ser justos, si bien los sofistas dirigían sus esfuerzos más hacia el éxito, el brillo y la maña de argumentar que hacia una honrada y paciente búsqueda de la verdad, como Sócrates ellos también hicieron sus aportes como demoledores de prejuicios, pero en general prefirieron quedarse en ese punto y explotarlo, declarando que todo es relativo, declarando que no hay una verdad para todos, dando con ello origen al subjetivismo.

Para terminar, cito una frase del novelista español Fernando Arrabal:

“Los fanatismos que más debemos temer, son aquellos que pueden confundirse con la tolerancia.”

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