“Que nadie entre aquí, si no es geómetra”.
(Inscripción mítica en el frontis de entrada a la escuela Platónica)
INTRODUCCIÓN
En los comienzos de la formación académica, tanto ayer como hoy se instruye en las escuelas a los pequeños en el estudio de diversas disciplinas, cada una más atractiva que la otra, según los propios intereses infantiles. Al recordar nuestros comienzos en las aulas, seguramente evocaremos aquella fascinación que sentimos al enfrentarnos por ves primera con múltiples y atractivas figuras, todas ellas posibles de ser trazadas en un plano.
Aprendimos que su trazado correcto no era cosa sencilla, razón por la cual resultó necesario el uso de ciertos instrumentos. La escuadra y el compás nos acompañaron por aquellos años. Con la medición de ángulos fuimos capaces de conocer algunas de sus propiedades, en fin, para la mayoría de nosotros, terminó ahí nuestro estudio de esta ciencia para nunca más volver a encontrarnos con ella, al menos con la misma geometría profana.
Con la iniciación se nos confirió la luz masónica, y gracias a ella, asomaron nuevamente frente a nosotros una escuadra y un compás. Muchos como yo, deben haber sentido una ves más aquella fascinación infantil por estos instrumentos, con el tiempo empezamos a descubrir que su presencia en el templo se justifica por mucho más que el mero trazado de círculos y rectas.
Es una necesidad natural del hombre comunicarse, compartir conocimientos, ideas y conceptos, sin embargo muchas veces ocurre que lo que se intenta transmitir escapa a la dimensión del lenguaje, por ser de naturaleza empírica, vale decir, nos enfrentamos a la imposibilidad de comunicar nuestra personal experiencia. En razón de esto acudimos a los símbolos, que vienen a ser una invitación para que cada cual emprenda la búsqueda y experimente por si mismo esas vivencias, las haga parte de sí y sean algo más que un simple conocimiento exógeno.
Todo lo anterior importa trabajo, dedicación y esfuerzo por lo que los conocimientos así adquiridos no pueden ni deben ponerse al alcance de cualquiera, ya que en ausencia de la vivencia personal, los mismos son fácilmente distorsionados o simplemente mal entendidos.
Resultan ser entonces patrimonio de unos pocos, por lo que se recurre a las alegorías a fin de mantener a buen resguardo dichos conocimientos.
El profano se limita al estudio material del símbolo, se embriaga con sus formas, se embelesa con su manifestación material sin nunca penetrar a sus profundas significaciones conceptuales, sin acceder por tanto, al hondo conocimiento que se encuentra oculto tras su apariencia. Así entonces QQ:. HH:. los invito a develar en parte los recónditos significados que podemos encontrar, sin la pretensión de agotarlos todos, en el punto, la recta, el círculo y el triangulo.
I PARTE
“EN EL PRINCIPIO ERA EL VERBO, Y EL VERBO ERA CON DIOS Y EL VERBO ERA DIOS.”
(Juan; 1:1)
Por el modo que tenemos de concebir la realidad, requerimos de asignar comienzos a los fenómenos que se nos presentan, la vida, la existencia, a fin de cuentas, la creación. Este principio obsesiona al hombre desde sus propios comienzos. En la búsqueda de este inicio, algunos creen haber encontrado respuestas, Dios como principio generativo de la naturaleza, resulta la más básica y obvia de las respuestas. Por otro lado, otros hombres conciben el universo como el resultado lógico de una concatenación de eventos que fueron de lo más simple a lo más complejo. Aun cuando no se posean las respuestas a la pregunta de cómo se originó todo, permanece el misterio del comienzo primordial, es el aprendiz que se pregunta, de adonde vengo?
Esta tendencia de la naturaleza de ir de lo simple a lo complejo, es simbolizada por la más elemental y sencilla de las representaciones geométricas, el punto. Origen y causa de todo lo demás.
Es en la simpleza del punto donde encontramos su belleza, es la energía en potencia, la simiente de potencial inefable que nos lleva a pensar en el neófito sumido en el cuarto de reflexión, ignorante aún hasta de su propio valer.
Es la causa primitiva de todo lo que nos rodea, este principio primero del cual deriva el universo mismo. El absoluto de la unidad, que engloba tanto individualidad como potencial, es el todo en la unidad a la ves que la unidad en el todo.
Es la sustancia primera, el misterio impenetrable del principio incognoscible por naturaleza, por lo que está asociado necesariamente a la divinidad, sea por el poder de su potencial sea por su enigma.
Una idea interesante que ronda en la concepción del punto, y que aun cuando volveremos sobre ella más adelante resulta pertinente de mencionarse en este momento, es el concepto de centro. Al marcar un punto, nace una única coordenada de referencia, emerge el centro de atención y a su ves foco principal de acción, aparece el aprendiz concentrado en labrar su piedra bruta, centrado en si mismo, él es pues el centro y fin último de su propia labor.
II PARTE
“LA CASA QUE EL REY SALOMÓN EDIFICÓ A JEHOVÁ TENÍA SESENTA CODOS DE LARGO Y VEINTE DE ANCHO, Y TREINTA CODOS DE ALTO”
(Reyes; 6:2)
Emulando al universo sensible así como se lo figuraban los antiguos, el templo masónico será más largo que ancho y convencionalmente orientado según los puntos cardinales.
Desarrollamos nuestros trabajos al interior de un rectángulo, cuadrilongo en forma de bóveda, es en esta construcción arquetípica del mundo, que es de hecho un imago mundi, imagen del mundo recreada ya que si por una parte la formación, creación o simplemente el principio del mundo se escapa a nuestras posibilidades de entendimiento, su recreación mediante el templo le otorga una nueva valoración, ya que se trata de un lugar consagrado, no es un mero salón de reuniones. Habitan en él misterios entrañables que a cada uno le corresponde develar.
Al orientar el templo entonces según los puntos cardinales, ocurre que se dispone en el centro de dicho ordenamiento, tenemos entonces al templo ubicado en el centro del mundo, es el foco de la actividad mancomunada.
Subyace la idea de la existencia de espacio sagrado, ordenado y por consiguiente, fuerte, a diferencia de otros espacios no consagrados, sin estructura ni consistencia, en otras palabras amorfos, caóticos.
Lo rectangular del templo, el hecho de que se trate de un espacio geométricamente estructurado revive la eterna dicotomía entre la luz y las tinieblas, al presentarnos organización en ves de confusión.
Trabajamos en este lugar consagrado, pues es aquí donde encontramos luz, nos reunimos en este arquetipo que es el templo como centro mismo del mundo.
Para vivir en el mundo hay que fundarlo, esto le da sentido, estructura y orden, pues ningún mundo puede desarrollarse en el caos, de esta manera el descubrimiento o proyección de un centro en el que se levanta un santuario equivale a esta fundación del mundo.
En concordancia a lo anterior, Flavio Josefo en su obra “antigüedades” a propósito del templo manifestó que el patio representaba al mar, las profundidades del mundo, el santuario la tierra, y el lugar santísimo los cielos.
La geometría se encuentra presente desde siempre en la religiosidad del hombre, sobre todo en lo que se refiere a este aspecto fundacional del centro del mundo. Los griegos situaron al centro de su universo conocido el monte del Olimpo. En la India fue Meru; La montaña mítica en Mesopotamia; Gerizim en Palestina, también denominada ombligo del mundo como nuestra Rapa Nui. A Jerusalén se la ubicó siempre al centro del mundo como puede apreciarse en los mapas de la antigüedad, es más, el centro mismo de Jerusalén corresponde al monte de Sión, lugar tan sagrado como la propia Ciudad Santa.
Aparece la idea de la montaña que une la tierra con el cielo, lo mundano con lo divino unido a través de una recta que se empina al infinito, a lo inalcanzable por los mortales. Babel y los Zigurat no son otra cosa que la recreación humana de la montaña cósmica. La vertical, la línea recta, la plomada.
III PARTE
“Y ME LLEVÓ AL ATRIO DE ADENTRO DE LA CASA DE JEHOVÁ; Y HE AQUÍ JUNTO A LA ENTRADA DEL TEMPLO DE JEHOVÁ, ENTRE LA ENTRADA Y EL ALTAR, COMO VEINTICINCO VARONES, SUS ESPALDAS VUELTAS AL TEMPLO DE JEHOVÁ Y SUS ROSTROS HACIA EL ORIENTE, Y ADORABAN AL SOL, POSTRÁNDOSE HACIA EL ORIENTE.”
(Ezequiel; 8:16)
El círculo es la más perfecta representación de los ciclos, la constante de renovación y evolución donde tanto el principio como el fin no están claramente delimitados, es la expresión grafica del alfa y el omega, todo fin es un nuevo comienzo, la muerte que da paso a la vida.
(Inscripción mítica en el frontis de entrada a la escuela Platónica)
INTRODUCCIÓN
En los comienzos de la formación académica, tanto ayer como hoy se instruye en las escuelas a los pequeños en el estudio de diversas disciplinas, cada una más atractiva que la otra, según los propios intereses infantiles. Al recordar nuestros comienzos en las aulas, seguramente evocaremos aquella fascinación que sentimos al enfrentarnos por ves primera con múltiples y atractivas figuras, todas ellas posibles de ser trazadas en un plano.
Aprendimos que su trazado correcto no era cosa sencilla, razón por la cual resultó necesario el uso de ciertos instrumentos. La escuadra y el compás nos acompañaron por aquellos años. Con la medición de ángulos fuimos capaces de conocer algunas de sus propiedades, en fin, para la mayoría de nosotros, terminó ahí nuestro estudio de esta ciencia para nunca más volver a encontrarnos con ella, al menos con la misma geometría profana.
Con la iniciación se nos confirió la luz masónica, y gracias a ella, asomaron nuevamente frente a nosotros una escuadra y un compás. Muchos como yo, deben haber sentido una ves más aquella fascinación infantil por estos instrumentos, con el tiempo empezamos a descubrir que su presencia en el templo se justifica por mucho más que el mero trazado de círculos y rectas.
Es una necesidad natural del hombre comunicarse, compartir conocimientos, ideas y conceptos, sin embargo muchas veces ocurre que lo que se intenta transmitir escapa a la dimensión del lenguaje, por ser de naturaleza empírica, vale decir, nos enfrentamos a la imposibilidad de comunicar nuestra personal experiencia. En razón de esto acudimos a los símbolos, que vienen a ser una invitación para que cada cual emprenda la búsqueda y experimente por si mismo esas vivencias, las haga parte de sí y sean algo más que un simple conocimiento exógeno.
Todo lo anterior importa trabajo, dedicación y esfuerzo por lo que los conocimientos así adquiridos no pueden ni deben ponerse al alcance de cualquiera, ya que en ausencia de la vivencia personal, los mismos son fácilmente distorsionados o simplemente mal entendidos.
Resultan ser entonces patrimonio de unos pocos, por lo que se recurre a las alegorías a fin de mantener a buen resguardo dichos conocimientos.
El profano se limita al estudio material del símbolo, se embriaga con sus formas, se embelesa con su manifestación material sin nunca penetrar a sus profundas significaciones conceptuales, sin acceder por tanto, al hondo conocimiento que se encuentra oculto tras su apariencia. Así entonces QQ:. HH:. los invito a develar en parte los recónditos significados que podemos encontrar, sin la pretensión de agotarlos todos, en el punto, la recta, el círculo y el triangulo.
I PARTE
“EN EL PRINCIPIO ERA EL VERBO, Y EL VERBO ERA CON DIOS Y EL VERBO ERA DIOS.”
(Juan; 1:1)
Por el modo que tenemos de concebir la realidad, requerimos de asignar comienzos a los fenómenos que se nos presentan, la vida, la existencia, a fin de cuentas, la creación. Este principio obsesiona al hombre desde sus propios comienzos. En la búsqueda de este inicio, algunos creen haber encontrado respuestas, Dios como principio generativo de la naturaleza, resulta la más básica y obvia de las respuestas. Por otro lado, otros hombres conciben el universo como el resultado lógico de una concatenación de eventos que fueron de lo más simple a lo más complejo. Aun cuando no se posean las respuestas a la pregunta de cómo se originó todo, permanece el misterio del comienzo primordial, es el aprendiz que se pregunta, de adonde vengo?
Esta tendencia de la naturaleza de ir de lo simple a lo complejo, es simbolizada por la más elemental y sencilla de las representaciones geométricas, el punto. Origen y causa de todo lo demás.
Es en la simpleza del punto donde encontramos su belleza, es la energía en potencia, la simiente de potencial inefable que nos lleva a pensar en el neófito sumido en el cuarto de reflexión, ignorante aún hasta de su propio valer.
Es la causa primitiva de todo lo que nos rodea, este principio primero del cual deriva el universo mismo. El absoluto de la unidad, que engloba tanto individualidad como potencial, es el todo en la unidad a la ves que la unidad en el todo.
Es la sustancia primera, el misterio impenetrable del principio incognoscible por naturaleza, por lo que está asociado necesariamente a la divinidad, sea por el poder de su potencial sea por su enigma.
Una idea interesante que ronda en la concepción del punto, y que aun cuando volveremos sobre ella más adelante resulta pertinente de mencionarse en este momento, es el concepto de centro. Al marcar un punto, nace una única coordenada de referencia, emerge el centro de atención y a su ves foco principal de acción, aparece el aprendiz concentrado en labrar su piedra bruta, centrado en si mismo, él es pues el centro y fin último de su propia labor.
II PARTE
“LA CASA QUE EL REY SALOMÓN EDIFICÓ A JEHOVÁ TENÍA SESENTA CODOS DE LARGO Y VEINTE DE ANCHO, Y TREINTA CODOS DE ALTO”
(Reyes; 6:2)
Emulando al universo sensible así como se lo figuraban los antiguos, el templo masónico será más largo que ancho y convencionalmente orientado según los puntos cardinales.
Desarrollamos nuestros trabajos al interior de un rectángulo, cuadrilongo en forma de bóveda, es en esta construcción arquetípica del mundo, que es de hecho un imago mundi, imagen del mundo recreada ya que si por una parte la formación, creación o simplemente el principio del mundo se escapa a nuestras posibilidades de entendimiento, su recreación mediante el templo le otorga una nueva valoración, ya que se trata de un lugar consagrado, no es un mero salón de reuniones. Habitan en él misterios entrañables que a cada uno le corresponde develar.
Al orientar el templo entonces según los puntos cardinales, ocurre que se dispone en el centro de dicho ordenamiento, tenemos entonces al templo ubicado en el centro del mundo, es el foco de la actividad mancomunada.
Subyace la idea de la existencia de espacio sagrado, ordenado y por consiguiente, fuerte, a diferencia de otros espacios no consagrados, sin estructura ni consistencia, en otras palabras amorfos, caóticos.
Lo rectangular del templo, el hecho de que se trate de un espacio geométricamente estructurado revive la eterna dicotomía entre la luz y las tinieblas, al presentarnos organización en ves de confusión.
Trabajamos en este lugar consagrado, pues es aquí donde encontramos luz, nos reunimos en este arquetipo que es el templo como centro mismo del mundo.
Para vivir en el mundo hay que fundarlo, esto le da sentido, estructura y orden, pues ningún mundo puede desarrollarse en el caos, de esta manera el descubrimiento o proyección de un centro en el que se levanta un santuario equivale a esta fundación del mundo.
En concordancia a lo anterior, Flavio Josefo en su obra “antigüedades” a propósito del templo manifestó que el patio representaba al mar, las profundidades del mundo, el santuario la tierra, y el lugar santísimo los cielos.
La geometría se encuentra presente desde siempre en la religiosidad del hombre, sobre todo en lo que se refiere a este aspecto fundacional del centro del mundo. Los griegos situaron al centro de su universo conocido el monte del Olimpo. En la India fue Meru; La montaña mítica en Mesopotamia; Gerizim en Palestina, también denominada ombligo del mundo como nuestra Rapa Nui. A Jerusalén se la ubicó siempre al centro del mundo como puede apreciarse en los mapas de la antigüedad, es más, el centro mismo de Jerusalén corresponde al monte de Sión, lugar tan sagrado como la propia Ciudad Santa.
Aparece la idea de la montaña que une la tierra con el cielo, lo mundano con lo divino unido a través de una recta que se empina al infinito, a lo inalcanzable por los mortales. Babel y los Zigurat no son otra cosa que la recreación humana de la montaña cósmica. La vertical, la línea recta, la plomada.
III PARTE
“Y ME LLEVÓ AL ATRIO DE ADENTRO DE LA CASA DE JEHOVÁ; Y HE AQUÍ JUNTO A LA ENTRADA DEL TEMPLO DE JEHOVÁ, ENTRE LA ENTRADA Y EL ALTAR, COMO VEINTICINCO VARONES, SUS ESPALDAS VUELTAS AL TEMPLO DE JEHOVÁ Y SUS ROSTROS HACIA EL ORIENTE, Y ADORABAN AL SOL, POSTRÁNDOSE HACIA EL ORIENTE.”
(Ezequiel; 8:16)
El círculo es la más perfecta representación de los ciclos, la constante de renovación y evolución donde tanto el principio como el fin no están claramente delimitados, es la expresión grafica del alfa y el omega, todo fin es un nuevo comienzo, la muerte que da paso a la vida.
El círculo implica la idea de la perfección a la ves que contiene una de las incógnitas preferidas por los matemáticos desde siempre, la cuadratura del círculo, en tanto hallar un número finito de decimales para el valor PI, tarea aún pendiente.
En fin, perfección y misterio resultan ser por lo demás atributos propios de la deidad, sin embargo se trata de la divinidad de la naturaleza. Desde los más tempranos orígenes del hombre es que se le rinde culto al sol, cuyo símbolo por lo demás resulta ser un circulo con un punto en su centro.
No cabe duda la importancia sustantiva del sol como fuente de vida, mientras más primitivo el hombre, su relación y dependencia con el sol resultó más directa. Sencillamente la temporada vernal significaba calor, luz y vida, la temporada invernal traía consigo frío, tinieblas y muerte. El desarrollo cultural del hombre no erradicó su respeto reverencial al sol.
El astro rey, fuente de vida y foco de luz que cada día nace en oriente es alabado y representado en infinidad de culturas. El antiguo Egipto rindió culto al sol en la figura de Ra y Atón, En Grecia Tanto Apolo como Helios eran dioses solares, en la religión Mitráica nos encontramos con un Dios Solar, que por lo demás rivalizó fuertemente con el Cristianismo por establecerse en el imperio Romano y con la que comparte una serie de semejanzas, como la fecha de nacimiento de Mitra un curioso 25 de Diciembre, fecha por lo demás extrañamente cercana al solsticio de verano.
El monoteísmo Judío, Cristiano y Musulmán implicó un paso decidido por privar de todo carácter divino al sol y relegarlo a un mero producto de la creación. En estas circunstancias resultan a lo menos curiosas las palabras de Jesús cuando dice; “Yo soy la luz del mundo”. Juan 8:12.
La historia del Cristianismo es una constante de imponer por la fuerza su credo, tarea nada sencilla, lo que se verifica en el hecho que en muchos aspectos debió asimilar creencias paganas y hacerlas propias, traicionando las mismas escrituras a fin de asegurar la crecida de su imperio. Un ejemplo de aquello, es la costumbre actual de rendir culto los días Domingo, en condiciones que la propia Biblia establece como día del culto el Sábado.
Las religiones paganas, desde siempre dedicaron el primer día de la semana a la adoración solar, sabemos que este día corresponde al Domingo, nombre que en español no nos dice nada acerca de su noble origen, pero si lo hace en inglés, Sunday, día del Sol.
Aún en estos días encontramos representaciones solares, como por ejemplo en Washington D.C., el famoso monumento a George Washington, prominente masón, consistente en un obelisco. Lo interesante es que se encuentra emplazado en una superficie circular, y desde una vista aérea se nos aparece el símbolo solar del circulo con su centro claramente demarcado.
La Iglesia del Temple en Londres, cuya construcción se debe a los templarios, se aleja del diseño tradicional de estos edificios en forma de cruz latina, y presenta una arquitectura circular. Esta característica de las construcciones templarias tanto como de los caballeros del hospital u hospitalarios se denominó “rotonda” a modo de replicar la iglesia del Santo Sepulcro en Jerusalén, circular en su forma, según algunos en honor al sol.
Los masones reconocemos la importancia vital del sol, conmemoramos sus constantes ciclos de nacimiento y muerte en cada solsticio, y si queremos representarlo deberemos acudir a la ayuda del compás.
IV PARTE
“Y LOS BENDIJIO DIOS, Y LES DIJO: FRUCTIFICAD Y MULTIPLICAOS”
(Génesis; 1:28)
Para todo iniciado, es deber consustancial a su condición el ir más allá de sus parámetros, despojarse de las convenciones y prejuicios. Como tales hemos de distanciarnos de la doxa en el sentido que le da Hussrel, como creencia o mera opinión. Se trata de arribar entonces a nuestras propias conclusiones, construir nuestras convicciones.
¿Que hay de geometría en todo esto?. Reparemos un momento en la marcha del aprendiz. Una ves ubicado entre columnas, que a estas alturas no son otra cosa que referentes tanto del bien como del mal, en alusión a la concepción dual de la existencia, emprende entonces camino hacia el oriente, hasta su posición final frente al ara. Con la marcha, el aprendiz no hace otra cosa que evocar su compromiso de progreso individual, cosa que ocurre circunscrito en un triangulo. Formado por los vértices que integran ambas columnas y la posición final, frente al ara, donde termina su marcha.
El triangulo debe ser una de las figuras geométricas más ricas en alegorías, partiendo por el número de sus ángulos y las derivaciones iniciáticas del Nº 3 que de suyo requieren un estudio particular.
En la religión Egipcia el triangulo evoca la fertilidad, por cuanto su base recuerda al principio masculino encarnado en Osiris. La perpendicular lleva al principio femenino en la figura de Isis, derivando ambos en la hipotenusa, Horus el hijo. El iniciado en estas artes podrá observar aquí una representación esotérica del “Teorema de Pitágoras”, en tanto que el cuadrado de la hipotenusa es igual a la suma del cuadrado de los catetos.
Toda representación de la fecundidad, conforme el devenir de los siglos ha sido satanizada por la constante condena cristiana a la sexualidad. El triangulo en su forma más sencilla nos recuerda lo masculino, el falo erecto. La misma figura pero invertida, el pubis femenino. Ambas representaciones yuxtapuestas dan origen al hexagrama, sello de Salomón o estrella de David, sublime comunión de lo masculino y femenino.
Estos principios desde siempre han sido elementos interrelacionados en perpetua Interdependencia, con total ausencia de supremacía de uno por sobre el otro. Ambos fundidos en uno resultan en el principio generativo.
Estas ricas alegorías que rinden tributo y recuerdan la naturaleza dual de todo cuanto conocemos, fueron brutalmente avasalladas por el Cristianismo monista, autoproclamado como la religión universal.
Primitivamente muchas culturas desarrollaron una visión bisexuada de la Deidad, en que ambos sexos fueron conceptualmente fundidos en uno y por tanto anulada su individualidad. Este pensamiento fue posteriormente reprimido por herético. Actualmente dicha concepción es conocida como el “Mito del Andrógino”. Con esta información resulta a lo menos intrigante el siguiente párrafo extraído de la Biblia.
Y creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó; varón y hembra los creó. Génesis (1:27).
El avance de la cultura Cristiana a punta de sangre y espada solo fue posible mancillando las culturas milenarias, condenándolas como paganas o heréticas, relegando a la mujer a un plano secundario despojado de toda importancia, imputándole incluso la caída del Hombre, demonizando el sexo e implantando un régimen dogmático, al cual el libre pensador debe hacer frente y combatir día a día.
CONCLUSIÓN.
Una ves iniciados los trabajos, nuestros desplazamientos obedecen a una lógica geométrica, siempre en línea recta, cuadrando nuestra marcha, cual transitáramos por sobre un plano cartesiano dotado de solo dos coordenadas.
Las mismas que encontramos en el piso mosaico, que evocan tanto luz como tinieblas.