sábado, 14 de abril de 2007

Masoneria, Utopia o Realidad

Que es la vida? Un frenesí.
Qué es la vida?
Una ilusión, una sombra, una ficción.
Y el mayor bien es pequeño, que toda la vida es sueño, y los sueños, sueños son. La muerte el despertar.
(La Vida Es Sueño. De Calderón de la Barca)


Introducción

Analizar la dicotomía utopía o realidad nos exige insertar a la orden en la contingencia, en el mundo en que vivimos en el que masones son los menos y profanos los más. Pronunciarse sobre la realidad o utopía de la orden corresponde a referirnos al hecho de ser masón en un mundo profano.

A fin de precisar el sentido y alcance de esta presentación conviene remontarnos al origen del término “Utopía”, del griego “au – topos”, algo así como “lugar que no existe”, usado por Santo Tomás Moro en su ensayo político del mismo nombre, en el que describe una sociedad igualitaria, plenamente democrática, en síntesis un estado ideal de gobierno y en consecuencia una sociedad modelo. Con cuya descripción, Tomás Moro realizó una crítica al estado y gobierno de su época.

Cada uno sin duda posee sus propias convicciones de política y sociedad. Las que son o perfectamente pueden ser disímiles de las concepciones de otros miembros de la orden. Sin embargo en el ideario de cada masón hay un común denominador que viene a ser el crisol en el que se funden unos hombres con otros en virtud del cual nos reconocemos como hermanos.

Son principios como la tolerancia, el libre examen, el humanismo, etc. a los que adherimos nuestro ideal de sociedad y es parte de nuestro trabajo cultivarlos e implantarlos en la sociedad toda. Es aquí que resulta pertinente preguntarse si los iniciados en los misterios de la Francmasonería deben de manera individual jugar un rol activo en el devenir de la historia o este actuar debe recaer en el accionar de un cuerpo colegiado.

Es justamente este aspecto, el de llevar nuestros principios a la sociedad toda, el ideal de perfeccionar al hombre y su entorno, lo que da pie a la pregunta, Realidad o Utopía.

Como hace la Francmasonería entonces para implantar sus ideales de sociedad; el poder, la influencia y la figuración pública se presentan claramente como los mejores medios para tales efectos. Por otro lado, la orden basa sus principios en la tolerancia amen de reconocerse no poseedora de verdad absoluta alguna.

El deseo de imprimir en las conciencias valores trascendentes tendientes a la perfección del hombre y por consiguiente de todal a sociedad , respetando las convicciones ajenas por diferentes e incluso erradas que nos parezcan resultan en un aparente contrasentido, veamos el porqué.

MASONERÍA Y PODER

Si entendemos el poder como el Dominio, la Facultad y Jurisdicción que se tiene para mandar o ejecutar una cosa, se requiere por cierto la presencia del sujeto capacitado de ejercer dicho poder, en cuyo caso se sobreviene el riesgo cierto de que los miembros de la masonería se alinien en bandos diferentes, cada cual tras los adalides conductores de las diferentes ideas produciéndose dispersiones indeseadas y ajenas a nuestros principios.

Esta relación, Masonería y poder, ciertamente despierta aireadas opiniones en el colectivo social. Ha de quedar establecido entonces que la masonería no actúa como cuerpo, no busca ni pretende buscar poder alguno en la sociedad.

Estamos ciertos que nuestros principios representan una excelente alternativa de convivencia social, en la que el respeto a las libertades individuales se sustenta en los principios de tolerancia y fraternidad. Sin embargo, y con igual convicción no nos arrogamos dueños de la verdad, en función de lo cual la imposición de determinados parámetros de conducta amparados en el mero poder se aleja de la naturaleza propia de la orden masónica.

Nos denominamos obediencia, mas en ningún caso aquello significa sumisión, apego incondicional o la imposibilidad de disentir, característica ésta última de instituciones sectarias, aun cuando se trate de la máxima autoridad masónica.

Son estas particularidades las que nos diferencian de partidos o religiones dogmáticas.

Tomemos a modo de contrapunto la máxima Nº 457 de Camino, verdadero vademécum del Opus Dei.

“Quien eres tu para juzgar el acierto del superior? No ves que él tiene más elementos de juicio que tu: más experiencia; más rectos, sabios y desapasionados consejeros; y sobre todo más gracia, una gracia especial, gracia de estado que es luz y ayuda poderosa de Dios”

Sin comentarios...La orden es jerárquica, tiene una estructura y un líder, lo cual no significa en modo alguno que sean estos líderes los que amparados en su jerarquía impongan conductas, juicios o definan criterios de acción a sus adeptos y mucho menos a la sociedad.

Por muy buenas y loables que sean las intenciones, nuestros principios fundacionales nos llevan a renunciar a la máxima “El fin justifica los medios” que resulta intrínsecamente intolerante.

La orden es una institución docente, filosófica e iniciatica que encamina al hombre por la senda de su propio perfeccionamiento, dejando la idea de la perfección personal en la conciencia de cada cual, en modo alguno nos presenta o impone un modelo de hombre al cual alcanzar.

Todo lo precedentemente dicho viene a incrementar nuestra labor y nos enfrenta a la cuestión de como llevar nuestros principios a la sociedad profana renunciando al poder y al protagonismo.


MASONERÍA Y ACCION

"La masonería es lo que son sus adherentes en el lugar en el que se encuentran".

Nuestra orden rescata desde siempre el valor del trabajo, en virtud del cual cada hermano comienza con sus sus propias imperfecciones, gradualmente vamos avanzando en nuestro desarrollo así como la semilla que comienza su crecimiento aislada de influencias externas, se nutre y desarrolla en las profundidades de la tierra. Llegada la hora, ésta brota y se alza sobre la tierra, se inserta en el mundo, recoge su influjo y entrega el propio, asentado en sólidas raíces.
Son muchos los Masones que abrazando las luces recibidas en su trabajo iniciatico han logrado trascender por su obra como aporte al mundo exterior, sean estos escritores, músicos, científicos, intelectuales o estadistas.

Lo anterior es claramente una realidad aceptada incluso por nuestros detractores. Desde este punto de vista la masonería a jugado un rol activo en la sociedad, pero es importante subrayar que ha sido por intermedio de sus miembros, a título personal y de ninguna manera podría hablarse de aportes institucionales.

El devenir de los tiempos nos lleva a preguntarnos:

¿ha sido producto de necesidades puntuales que los idearios masónicos hayan escrito grandes páginas de la historia?

O por otro lado, los hechos que han transformado el curso de la historia corresponden a un trabajo de la Francmasonería como institución o sólo han sido algunos hermanos que han proyectado su capacidad de liderazgo al mundo profano?

Para quienes vemos el desarrollo de diversos acontecimientos que tocan directamente aspectos morales y éticos, quizás hemos esperado una postura más directa de la orden ante determinados sucesos. Cosa que se justifica en la ignorancia del actuar incógnito de tantos hermanos que motivados solo por el amor a la humanidad, la ética y el compromiso con sus convicciones han hecho sin duda más de lo preciso. No debemos esperar que la Francmasonería lleve a cabo las acciones que deseamos, somos nosotros, los masones, los llamados a cumplir con ese propósito. Con humildad y discreción.


NUESTROS SUEÑOS Y LA FRANCMASONERÍA

Cierto grupo de hombres a través de la historia ha hecho de su vida una constante búsqueda de respuestas a inquietudes vitales, siempre mantenido por la ilusión de un sueño.
En este mundo de sueños se pierde el concepto del prójimo y se exalta el yo como ser supremo y todo poderoso, corresponde al lugar en el que todo es posible y nada totalmente desconocido existe.

Este es el lugar en donde la utopía se desarrolla, donde cobra vida y resulta totalmente accesible, este es el lugar donde la utopía determina la realidad, generando impulsos para poner en marcha lo concreto.

Así como masones nos desenvolvemos en un mundo profano, los sueños se llevan a cabo en vigilia, lo que impone grandes limitaciones ya que ni nosotros ni nuestros anhelos pueden ser siempre los protagonistas. La aceptación de esta realidad no supone en caso alguno el abandono de nuestros ideales, deseos, sueños o anhelos. Muy por el contrario, se transforman en el motor intimo que mueve nuestras acciones.

Nuestros trabajos se iluminan con tres luces, la sabiduría que crea, la fuerza que ejecuta y la belleza que adorna, esta última, la belleza está presente en nuestros sueños.
CONCLUSIONES

Antes que todo somos obreros de paz, nos preparamos a fin de resultar en elementos útiles a la sociedad, pasar del profano que llega a golpear las puertas del templo por vez primera en busca de luz, al hombre iluminado que viene a entregar luz a su entorno despertando las conciencias adormecidas por el sectarismo, el fanatismo y los prejuicios religiosos.

Realidad y utopía no nos parecen por tanto conceptos antagónicos, la utopía guía nuestro trabajo cual estrella flamígera situada a lontananza en el oriente, allá donde nace el sol.

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