La economía es ante todo una ciencia social, y por tanto trata de
las personas y de cómo éstas interactúan motivadas por sus intereses
económicos, siendo ésta última característica la que la distingue de otras
ciencias sociales como la antropología, la sociología, la politología y muchas
otras. Cierto es que se vale de instrumentos técnicos, muchos de ellos de alta
complejidad que terminan por segregarla de la cultura popular, mas no por ello
las personas se separan en los hechos de la economía, por el contrario, ésta
nos envuelve y condiciona nuestras vidas muchas veces sin advertirlo siquiera.
En el desarrollo del presente trabajo se mencionan múltiples
elementos que vienen a explicar la razón de la crisis económica de 2008, no
obstante se intenta poner de sobre relieve uno de de ellos, posiblemente el más
difuso y difícil de medir, las expectativas.
En efecto, la percepción subjetiva que los agentes económicos
tienen del comportamiento futuro de la economía que les afecta tanto positiva
como negativamente y el poder que ésta percepción tiene cuando se masifica
sobre la economía considerada en su totalidad.
Representa entonces el antecedente,
idea o común denominador que nos ha interesado dejar planteado, no como la
única causa que explica una crisis, pero si resaltar el efecto multiplicador
que logra tener una percepción cuando logra instalarse en el ideario colectivo.
Junto con aquello, se abordan los
efectos que la crisis pudo tener en Chile pero abordando aspectos poco
tradicionales como son sus efectos políticos y finalmente una visión actual de
lo que está ocurriendo en nuestro país en el mercado inmobiliario.
El lenguaje es patrimonio de la
humanidad, y como tal todos y cada cual nos sentimos llamados, y con el mismo
derecho, a darle uso como mejor nos
plazca, muchas veces sin tener la precisión que se requiere para el uso de
ciertos conceptos que justamente por su uso indiscriminado muchas veces generan
ideas confusas o equivocas. Uno de estos conceptos, de significado –a mi parecer
– equivoco es justamente el de “crisis”.
Aplicamos el concepto de crisis en
ámbitos tan disimiles como el familiar; “crisis marital”, el psicológico;
“crisis de pánico”, coloquialmente; “crisis de los 30´s, los 40´s” y en el contexto que nos ocupa; “crisis
económica”.
En el particular, cada una de estas
expresiones nos llevan a pensar en una situación indeseable y con una carga
innegablemente negativa. Púes bien, al consultar el vocablo “crisis” en el
diccionario de la RAE, observamos que nos entrega siete acepciones distintas, y
solo a una; la última de ellas, le da un carácter negativo al definirla como: “Situación
dificultosa o complicada” no obstante en sus dos primeras acepciones se refiere
a ella dando uso a una idea común que es el concepto de cambio. Una crisis por
tanto es un estado transitorio donde los paradigmas vigentes se ponen a prueba
y ciertamente se generan instancias de cambio, trayendo con ello todo tipo de
incertidumbres con lo cual sobreviene el temor.
Lo sorprendente es esta aversión al
cambio que a modo de inercia se apodera ya de las personas, las sociedades y
ciertamente de las economías. Cuando en lo personal atravesamos dificultades,
encontramos consuelo en la idea de que “todo, con el tiempo irá mejorando”, lo
paradójico es que no sucede al revés, es decir, cuando nos encontramos en
tiempos de bonanza, nada nos hace pensar en la posibilidad cierta de que las
cosas podrían y de hecho irán mal. Por el contrario, nos aferramos a la idea de
que todo seguirá marchando bien, y mejorando incluso cada vez más, y así “ad
eternum”.